Alejandra, fundadora y docente de una escuela de sordos en una pequeña ciudad del interior, se ha transformado en mucho más que una maestra: da clases, acompaña, aconseja, interpreta. Entre las rutinas de su casa y el trabajo se asoma una vida dedicada a la integración de los sordos a la comunidad.
Una tarde a la orilla del río, un día de trabajo en el campo, un asado con algunos de sus alumnos y un encuentro con Juan –su amigo y referente de la comunidad sorda Argentina– son parte de este retrato, donde las palabras se corren para que silencios y pequeños gestos permitan reflexionar sobre la problemática de la educación en la discapacidad a través de una mirada precisa y austera pero también sensible y humana.